sábado, 30 de abril de 2022

LAS CARTAS DESDE OROPESA DEL MAR DEL CORRESPONSAL PICATOSTE, EN JULIO DEL AÑO 1860.

GENTES, COSTUMBRES, FOLKCLORE, TRADICIONES, HISTORIAS, PATRIMONIOS Y PAISAJES DE LA PROVINCIA DE CASTELLÓN:

Por: JUAN E. PRADES BEL, “Crónicas”, “Humanidades”. (Proyecto: “ESPIGOLANT CULTURA": Taller de historia, memorias y patrimonios).

(Sinopsis): RECORDAR TAMBIÉN ES VIVIR…

(Temática): LOS NOMBRES DE LOS TERRITORIOS Y LOS PAISAJES...

(Temáticas): DATOS PARA LA HISTORIA DEL MUNICIPIO DE ORPESA/OROPESA DEL MAR. 

(Temáticas): DATOS PARA LA HISTORIA DE LA TORRE DEL REY Y EL FARO DE OROPESA DEL MAR.

"DESDE OROPESA DEL MAR, LAS CARTAS DEL CORRESPONSAL FELIPE PICATOSTE, SOBRE LOS PREPARATIVOS DE LAS DELEGACIONES CIÉNTIFICAS PARA EL ECLIPSE TOTAL DE SOL DEL 18 DE JULIO DE 1860".

Escribe: JUAN EMILIO PRADES BEL. ("Las historias escritas que me acompañan, me ayudan a pensar, a imaginar, a vivir, y a experimentar un mundo de vidas muy diferentes a la mía". J.E.P.B.).

INTRODUCCIÓ: Felipe Picatoste (1834-1892) fue un hombre versátil de su tiempo, gentil, sabio, polifacético, escritor, periodista, maestro y pedagogo, cultivó materias y campos muy diversos como las matemáticas, la historia general, la historia de la ciencia, la política, el periodismo, la literatura,…. 

- Este artículo, está centrado en las cartas de correspondencia que escribió Felipe Picatoste en Oropesa actual Orpesa los días 17 y el 18 de julio del año 1860, informando de sus ajetreos en esta población castellonense para el rotativo de su periódico “Las Novedades” de Ángel Fernández de los Ríos. 

- El periodista, cubría como corresponsal de prensa los acontecimientos de la provincia de Castellón, su desplazamiento desde Madrid era con relación a los acontecimientos del famoso Eclipse total de Sol de 1860, que tenia que cubrir e informar por encargo personal del director de su periódico

- Picatoste fiel a sus costumbres narrativas literarias, como las de añadir constantemente datos descriptivos de vivencias, personas, anécdotas y experiencias en primera persona, cultivando en todo momento la prosa y los detalles, que son de gran ayuda para comprender aquellos tiempos, sus gentes y sus costumbres de vida. 

- La parte esencial de su misiva refiere a los trasiegos, ubicaciones y relaciones y contactos con las delegaciones de físicos y astrónomos internacionales llegados a la provincia de Castellón para observar científicamente el eclipse total de sol que se produjo el día 18 de julio de 1860, el eclipse de Sol fue objeto de numerosos preparativos con más de un año de antelación por parte de numerosos astrónomos y universidades de diversos países, se considera que se trata del primer eclipse solar que generó una preparación concertada internacionalmente, el eclipse solar de 1860 convirtió a una parte de España en el centro de peregrinación de los astrónomos más destacados de la época.

EXPOSICIÓN DOCUMENTAL DEL AÑO 1860: 

(Documento 1º, fechado en el año 1860): 

La Iberia (Madrid. 1854). 22/7/1860, página 3. 

- "OROPESA= De dos cartas, fechadas el 17 y 18 en el Faro de Oropesa, y que inserta “Las Novedades”, tomamos los principales párrafos: “Después de visitar el Faro, como dije á usted, y de oír misa en Oropesa con la comisión de San Fernando, volví á mí dichosa venta en la creencia de que estaría ya dispuesto un caballo que había ajustado el día anterior con el ventero para ir al Desierto. Pero me encontré chasqueado. El caballo se había ido con el amo á Castellón; porque su dueño era antes que ningún otro, según me dijo la posadera en estos mismos términos.

- Quizá parecerá á Vd. exagerado lo que cuento; pero la realidad es aún mayor, y no lo dudará Vd. cuando lo sepa, que un alcalde de estos pueblos ha echado un bando para hacer desaparecer los temores que ha producido el anuncio del eclipse: y en él dice que los eclipses de sol son unos fenómenos que no son ya fenómenos, porque son muy propios de los países civilizados de Europa. Juzgue Vd. si es posible colocarse en un punto más elevado para desterrar esos temores. Viéndome, pues, sin caballo, tuve que esperar á que pasara la diligencia de Barcelona, que me llevó á Benicasin. Fuime derecho á casa del alcalde y le presenté el oficio del gobernador, cuya lectura produjo tres efectos muy distintos. 

- La autoridad suprema del pueblo suspendió la lectura de “La Regeneración”, único periódico que llega al Desierto; me obsequió con un vaso de limón hecho en mi presencia con las mismas manos acostumbradas á llevar la vara de la autoridad, y salió en busca del alguacil para meditar cómo podían proporcionarme una caballería. Pero á pesar de esta meditación, los esfuerzos reunidos de ambas autoridades no pudieron conseguirlo: ni un mal borrico pudo encontrarse en el pueblo. 

- El alcalde entonces, después de escusarse como era debido, me ofreció su hijo para que me acompañase. Acepté el ofrecimiento y nos pusimos en marcha á la una de la tarde, á pie, y con un calor de 32º.”.

- El camino del Desierto es llano al principio, pero a distancia de unos tres kilómetros de Benicasin, empieza la cuesta que conduce al convento de las Palmas, y en cuya subida se emplean dos horas cumplidas.

-  El camino, si así puede llamarse la huella que han marcado los viajeros y las aguas que caen de las montañas, es sumamente quebrado y escabroso; la pendiente es muy rápida en algunos puntos. Sin embargo, estas dificultades quedan compensadas con el espectáculo que desde la cumbre se presenta á los ojos del caminante. Aunque las rocas son principalmente pizarrosas, no tienen aridez alguna. 

- El paisaje varía á cada momento, el horizonte se estiende á medida que se sube, y se descubren más huertas en la llanura, más estension en la mar, y nuevos montes que limitan la vista. Como he dicho antes, lejos de la aridez que parece indicar la palabra Desierto, todo el terreno hasta las cimas mis elevadas está cubierto de frondosos árboles y aromáticas plantas. Los frutos naturales que da de sí una tierra tan productiva, alternan con los sembrados, las huertas y los olivos, y en todas las vertientes crecen multitud de flores, entre las que descuellan principalmente las adelfas. 

- El aire que se respira está embalsamado, y el silencio solo le turban los cantos de infinitos pájaros y el vuelo de palomas silvestres y de tórtolas, tan mansas, que pasan sin temor cerca de las personas.

- El convento, que pertenece á la orden de los Carmelitas descalzos, estaba situado antes á la mitad de la cuesta, en un sitio en que se ven aun sus restos, y que se llama la Portería vieja; pero amenazando ruina este edificio, los frailes construyeron, con el producto de las limosnas de los fieles, el que hoy existe, que está mucho más arriba, y se concluyó en 1788. El edificio es grande, pero muy feo y muy sucio; las puertas son pequeñas; las escaleras estrechas y oscuras; la distribución no me parece muy buena. La iglesia es bastante capaz, y tiene cinco altares.

- El convento está rodeado, hasta gran distancia, de unas especies de bóvedas ó cavernas, dedicadas cada una á un santo.

- Más arriba del convento están las estaciones de los astrónomos. La primera es la de San Miguel, donde el señor Monserrat, entendido catedrático de química de la Universidad de Valencia, ha colocado los aparatos fotográficos, estableciendo su gabinete en un cuartito que está en la cima del monte. Allí está colocada una magnífica “ecuatorial”, á la que han hecho para mayor exactitud un pie de mampostería. 

- El señor Monserrat ha sacado ya algunas vistas del terreno, y dos imágenes del sol. En una de ellas, sobre todo, se descubre claramente la gran mancha que llama hoy la atención de los astrónomos. Estas fotografías tienen más de tres pulgadas de diámetro.

- En un montecillo más elevado aún, está la ermita del hermano Bartolo, llamada así porque hizo en ella penitencia un fraile de este nombre, que tiene gran fama por su virtud. En ella se han colocado todos los instrumentos astronómicos, y desde allí harán sus observaciones el P. Sechi y el señor Aguilar, director del Observatorio de Madrid.

- Desde esta ermita, que es el punto más elevado del contorno, se descubre una estensión inmensa. En el límite del horizonte aparecen las Baleares, la ciudad de Valencia y el puerto de Tortosa".

(Documento 2º, fechado en el año 1860): 

La Iberia (Madrid. 1854). 22/7/1860, página 3. 

"OROPESA= =Marché á Oropesa, encaminándome desde allí al Faro. Este sitio, elejido con anticipación por el señor Márquez, no puede ser más á propósito. Las habitaciones del Faro, qué, aunque es de tercer orden, es muy bueno, le han preparado lo mejor posible para alojar á la comisión portuguesa: delante del Faro hay una gran tienda de campaña, que puede llamarse el cuartel general, destinada á punto de reunión, á hacer todos los cálculos, y á comedor; á la derecha del Faro otras tres tiendas menores sirven de dormitorios. 

- La costa se estiende á derecha é izquierda, siempre visible, alternando la playa arenosa con algunas rocas; por el Sur la limita la costa de Castellón, y por el Norte Peñíscola. Enfrente tenemos las Columbretes, cuyo Faro se descubre de noche. Por el Occidente limitan la vista los montes de Oropesa, y más al Norte los de Peñíscola.

- En una prominencia hay una torre, combatida por los franceses en la guerra de la Independencia, y desde cuya plataforma se descubre detrás de Oropesa los montes de Cavanes y Villafamés, que distan unas tres horas.

- Desde el pie del Faro se presenta Oropesa en una situación tan pintoresca, que parece un cuadro de paisaje meditado por un pintor de gran imaginación. A distancia, de poco más de un kilómetro hay un verdadero puerto natural que, aprovechado, podría convertir á este desgraciado pueblo en una villa riquísima y de gran comercio: y á unos doscientos pasos de la costa están las mortíferas lagunas, cuyos efectos creo que podrían repararse á poca costa, abriendo un cauce hasta el mar. 

- Desde allí, nos condolimos de los oropesinos, que, á pesar de vivir en un pueblo más rico que todos los que le rodean, no solo no tienen médico, ni cirujano, ni botica, sino que les es preciso ir á buscarlos á tres leguas de distancia.

- En el Faro estaban, como dije á Vd. en mi anterior, reunidas las comisiones del Observatorio de San Fernando y del gobierno de Portugal. Componían esta los señores Rodrigo Riveiro de Souza, doctor y catedrático de la Universidad de Coimbra, presidente de la comisión; Jacinto Antonio de Souza, también doctor y catedrático de física; Juan Carlos de Brito Capello, teniente de marina, y observador del meteorológico de Lisboa. Acompaña á esta comisión el señor Francisco Antonio de Miranda, hábil instrumentista, cuya cooperación ha sido muy útil. 

- La comisión española se componía del señor don Francisco de Paula Márquez, capitán de navío y director del Observatorio de San Fernando desde el año 1836, en que por fallecimiento del conocido señor Montojo, le reemplazó dignamente; don Manuel Fernández y Coria, don Agustín Serrano y Mayoral, y don José Montojo, tenientes de navío; don Cecilio Pujazón, don Simón Manzano y don Enrique Garrido, alféreces de navío, y don Jacobo Gordon, teniente de navío de ingenieros de la armada".

(Documento 3º, fechado en el año 1860): 

La Iberia (Madrid. 1854). 22/7/1860, página 3. 

"OROPESA= Hoy es el gran día: dentro de algunas horas se habrá observado el fenómeno magnifico que ha hecho abandonar sus observatorios á la mayor parte de los astrónomos de Europa. 

- En el cielo se presentan algunas nubes; el viento las lleva hacía el Occidente, y nosotros no las perdemos de vista ni un momento. ¿Estará nublado?, ¿Tendremos tempestad?. He aquí, las preguntas que todos nos hacemos: las palabras que pronuncia cualquiera tranquilizan ó desaniman á todos los demás; nadie puede estarse quieto; á cada momento observamos el horizonte; se oye algún trueno á lo lejos y retumba en el pecho de todos; se ha cubierto el cielo por un instante; una nube de tristeza ha cubierto también todos los semblantes. Pero, al poco tiempo se ha despejado, y el sol, el verdadero “rex caelorum”, ha aparecido con una fuerza estraordinaria; casi todos los oculares ingleses de los anteojos han saltado; se ponen otros nuevos, y en el espacio de veinte segundos vuelven á saltar; no importa, el señor Miranda lo remedia en seguida; tengamos Sol, aunque su fuerza nos aniquile.

- A las nueve han venido á anunciarnos la visita del duque de Montpensier, que parece ha elejido este punto para observar el eclipse. En efecto, no mucho después hemos descubierto su carruaje, y á derecha é izquierda, y detrás, á todos los habitantes de Oropesa, que vienen tropezando aquí y cayendo allá solo por el gusto de ver un coche.

- Preceden al duque los individuos del ayuntamiento de Oropesa, presididos por el alcalde. Llegado el duque al Faro, y recibido por el señor Márquez, despidió al ayuntamiento.

- Estrañé, sobremanera que el cura se pusiera de rodillas, pidiendo á S. A. la mano.

- El duque de Montpensier, recorrió el campo en que estaban los aparatos, y almorzó en nuestra tienda. Todos le agradecimos el que renunciara hasta la menor ceremonia, de modo, que permanecimos como estábamos; y el duque no impidió que se hiciera ni una sola observación. 

- Apenas concluyó el almuerzo, el señor Márquez, y todos los demás, acudieron á sus puestos para no moverse hasta pasado el eclipse.

- Cerca del Faro estaban los barómetros, y parte de los termómetros; más allá un hermoso anemómetro de la comisión portuguesa, y á la derecha, colocados en escala, los anteojos: en último término, libre de las influencias magnéticas, estaba el declinómetro: á la izquierda se colocó el actinómetro.

- Los observadores estaban divididos en secciones. Los señores Gordon y Montojo, tenían á su cargo los barómetros, psichómetros y termómetros, de irradiación solar.  

- Los dos señores Souza y el señor Capello, la parte de fotometría-magnetismo, fenómenos de polarización y anemómetro.

- Los señores Márquez, Fernández, Manzano y Garrido, la parte astronómica, debiendo observar principalmente los dos primeros las protuberancias.

- Los señores Manzano y Garrido debían observar las circunstancias de la corona, el aspecto del cielo, de que estaba encargado yo también.

- Así permanecimos todos en nuestros puestos, con el reloj ó cronómetro en la mano, esperando el momento del primer contacto, que, según los cálculos anteriores, debía verificarse á la una y cincuenta y siete minutos. En efecto, á esa hora, segundo más ó menos, según los diversos aparatos de observación que cada uno poseía, se verificó la primera tangencia del sol y de la luna. Sin podernos contener, todos abandonamos el anteojo, y una mirada de satisfacción, de alegría inmensa, casi de orgullo, bastó para expresarnos mutuamente la emoción que sentíamos.

- A las tres y ocho minutos, la luna cubrió en toda su extensión el disco solar. ¿Cómo espresar lo que entonces pasó por nos otros, y el magnífico espectáculo que se presentó á nuestra vista?... La tierra estaba envuelta en las tinieblas; el silencio había sucedido al ruido que producían millares de personas, al canto de los pájaros; únicamente se dejaba oír el sordo murmullo de la mar agitada algún tanto por un ligero viento, semejante al que anuncia la tempestad. 

- La naturaleza se había postrado, pero no con la calma que lo hace cuando se aproxima la noche; no con el poético cántico del labrador que pide ya el descanso, y del pájaro que vuelve tranquilo á su nido; no con los magníficos arreboles que pinta el sol en el ocaso al retirarse del horizonte, sino sombría, cubierta de un velo de fúnebre tristeza; enmudeciendo de espanto á las aves que buscaban presurosas un refugio; aterrando á todos los seres de la creación.

- Nosotros que esperábamos este fenómeno, que sabíamos precisamente la hora, el minuto, el segundo en que debía verificarse, que conocíamos de antemano sus principales circunstancias, no fuimos estraños á esta emoción: quizá la sentimos con más fuerza, porque nuestras observaciones sobre la naturaleza eran más delicadas. 

- Un terror secreto inesplícable, una vaga ansiedad nos sobrecojia. El silencio que nos cercaba; la imposibilidad de comunicar á los demás nuestros sentimientos, porque con este objeto estábamos todos separados, contribuía mayormente á nuestra inquietud. Pocos segundos después de ocultarse el sol apareció alrededor una brillante corona; innumerables rayos de plata salían en todas direcciones del disco solar y derramaban una tenue luz que servía tan solo para aumentar el efecto de la oscuridad, para hacerle algo visible. La hermosura de esta corona nos encantó.

- Es imposible formarse idea de aquel aspecto nuevo del cielo, de la brillantez de los rayos luminosos que dejaban en su centro un núcleo oscuro.

- Tres minutos y medio duró el eclipse total. A la reaparición de la luz se levantó de la tierra un murmullo que, aunque pequeño, era producido por miles de personas. Era la respiración anhelante de todos los espectadores que había estado suspendida; era la manifestación del desahogo que experimentaban todos los corazones; era una impresión, un grito de alegría que había principiado hacía dos horas entre los especuladores habitantes de la California, y atravesando con asombrosa rapidez, la América y el Atlántico, la España y el Mediterráneo, iba á morir poco tiempo después en las abrasadas tierras de la Etiopía, pronunciado igualmente por el idólatra que por el cristiano y el incrédulo; lo mismo por el bárbaro que por el civilizado.

- Desde aquel momento el eclipse perdió su importancia para los que no eran observadores, y las risas, las conversaciones, el ruido reemplazaron al silencio.— F. PICATOSTE. 18/7/1860".

ADDENDA: ADICIONES Y COMPLEMENTOS SOBRE LAS TEMÁTICAS Y MOTIVOS REFERIDOS EN EL ARTÍCULO. (POR JUAN E. PRADES):

BIBLIOGRAFIA, WEBGRAFÍA Y FUENTES DOCUMENTALES:

ARCHIVO FOTO-IMAGEN: "OROPESA DEL MAR/ORPESA".












Felipe Picatoste (1.834-1.892) .

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